viernes, 3 de octubre de 2008

La Madre María


La gran sanadora

Por Norma Dato

Corría el año 1914, nadie hablaba de guerra, no la había y, en una de sus charlas de enseñanza espiritual, Ma. Salomé Loredo Otaola de Zubiza dijo "- Reventará un gran hormiguero humano y la sangre correrá como el agua del arroyo ". Al poco tiempo comenzó la 1ra Guerra Mundial. ¿Quién era esta mujer que con tanta certeza afirmaba esta revelación. La llamaban la" Madre María ", la gran misionera sanadora de comienzos del siglo XX, discípula del sanador Pancho Sierra, quien la curó de tuberculosis y cáncer. ¿Es que se pueden curar las enfermedades sin medicinas ¿"El mejor médico- decía la Madre- siempre ha sido Dios, sólo El puede conocer exactamente las enfermedades del cuerpo y del alma y no habrá quien lo supere".
Venía de España, a los 14 años, de Castilla la Vieja rumbo a la Argentina, como tantos inmigrantes de fines del siglo XIX. Se casó a los 17 y enviudó cuatro años más tarde, cuatro años después se casó con Zubiza, un hombre muy acaudalado, que también murió once años más tarde. Quedó sola, mujer muy luchadora y con una fe inquebrantable en Dios. Vivía en Villa Turdera en el "templo escuela" como llamaba a su casa, donde procuraba mejorar espiritualmente a la gente, corrigiendo defectos o errores, recomendando la fe, esperanza y caridad "porque sin fe no puede haber esperanza y para tenerla es necesario practicar la caridad" No solo ayudaba con palabras, con sanaciones sino también con dinero. Fundó y dirigió un hogar para jóvenes sin familia y madres solteras; y las donaciones que recibía las destinaba a obras de caridad para aliviar la miseria de los pobres.
"Sembrando espinas no se recogen flores", cien años más tarde lo diría la Madre Teresa de Calcuta. Tenía muchos detractores, fue perseguida, calumniada y apedreada, nunca recurrió a la venganza, pues ella representaba a Cristo y no podía obrar erróneamente. No tenía en cuenta las calumnias y siguió haciendo el bien porque ésa era la misión que Dios le había encomendado. "Yo no llamo a los enfermos, ellos vienen a mí", desde la capital y de las pcias., procurando salud "A los que me hieren los perdono y no tengo para ellos el más leve rencor. Amor y fe en Dios "- aconsejaba- para combatir las imperfecciones del alma, porque es El, el que cura por mi intermedio. Nada se gana haciendo el mal, pero mucho se consigue practicando el bien. Sigan el camino del amor y la esperanza, los que no están allí todavía "
Cuando partió en Octubre de 1928, le faltaban 20 días para cumplir 73 años y estaba allí, sin vida, con el rostro sonriente. Su sepelio fue una manifestación imponente y aún hoy, transcurridos 80 años, hay flores en su tumba.

No hay comentarios: