Vamos al kiosco....
Por Fernando Demarchi.
En los 60 no había estallado todavía el boom de los quioscos. De este lado de la vía , y no "atrás de la vía" (como se decía entonces con un dejo prejuicioso) hubieron ,sin embargo, dos ejemplos inolvidables aunque de diferente perfil : "lo de Pezzano" y "lo de la Rusa" .
El Gordo Pezzano era un ser entrañable y contradictorio que no pasó nunca desapercibido. Su aspecto de gordo bueno contrastaba con su ser cascarrabias y su poca paciencia en el mostrador.
" Pezzano, llegaron Coche a la Vista y el Tony?"
"Nene, te dije que era el jueves, no me jodás.. !"
Estaba excedido de peso y sus pies hinchados no calzaban en las eternas pampero azul que usaba en chancleta y sin cordones, apenas tapados por su grafa beige con el último botón de la panza desabrochado. Con su andar cansino se iba semanalmente a la cooperativa con el paquete de revistas no vendidas para el recambio. Tomaba el 79 y se bajaba en la Estación.
Cuando terminaba y cargando ya el paquete con las nuevas revistas, se sentaba en una mesa de "El Rayo", si podía gastar, y si no se las arreglaba en la barra de La Querencia donde apuraba unos vasos de ginebra o caña quemada, los que a la larga no serían amigables con su salud.
Los jueves había movimiento especial, por los ejemplares recién salidos de Radiolandia, TV Guia, Para Ti y las del deporte.
.Su andar no era siempre llano. Dos por tres, el patrullero en la puerta y el negocio cerrado un par de días. En atención a él , nadie decía ni preguntaba nada. Ya se sabía, era un secreto de barrio: levantar quiniela, apenas un inocente pecado venial.
A la mañana abría y se sentaba en la vereda sobre un cajón de Bidú a tomar mate con una pavita abollada y renegrida. El quiosco era lugar de encuentro social, y de intercambio de rumores e informaciones del barrio en el que nadie quedaba indemne. Lugar obligado de algunos al final del día.
Los domingos a la noche, reunión de los hombres y muchachos del barrio para los consabidos comentarios y discusiones muchas veces acaloradas sobre el turf y el fútbol .
No sabíamos mucho de él, de su origen y de su historia. No se le conocía familia ni hijos, pero nucleaba gente, generaba lazos y pertenencia, donde siempre había una luz prendida por las dudas.
El Gordo cubría su timidez con un barniz de dureza: ser hombre entonces no daba lugar a debilidades. El quiosco, era su familia, su lugar en el mundo, donde, ahogar viejas penas y tapar soledades ocultas.
Un día Pezzano se fue... , sin avisar. Había llegado la televisión y su convocatoria languidecía, su obra perdía sentido y trascendencia. No hay hasta el momento. ninguna mención en Google sobre "el gordo Pezzano" por obvias razones asincrónicas, pero lo merecería.
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